Volvieras a ver
esta cara, deshecha,
añejada y
oxidada,
tus ojos vieran
de nuevo estas pupilas,
cegadas,
blanqueadas por la sal.
Supieras cómo
fui, y como estuve,
anhelaras
quizás, oír nuevamente mis gritos,
tus manos
tomaran otra vez mi pelo,
que ahora es
como las hojas de otoño.
Besaras una
última vez mis labios quebrados,
la sal, mujer,
la sal...
Recorrieras,
acaso, los caminos sin vuelta,
miraras, sin
ánimos, los parajes muertos,
los cuervos, las
gaviotas y tus rejas.
Quebraras sin
fin los vitrales de nuestra catedral,
bebieras sin
sed, ahogándote en mi ira,
te hundieras por
fin, en el mar de mi memoria.
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