Embellecida te
veías bajo el platino destello de mi arma: un cuchillo tan hermoso como la idea
misma del crimen. Bella con tus ojos brillosos, llenas de lágrimas de temor.
-¿Por qué has
llegado a esto?
-Por la misma
razón que te tuve.
Petulante di unos pasos por la habitación,
grande, lo supe de inmediato debido al Eco de mis fuertes pisadas. Tomé tu
cuello pero no agresivamente, la ternura se apoderó de mis dedos.
¡Mátala ya!
De la misma manera que tu sensual asesinato,
la marca inevitable del descontrol, falló en su propósito.
-¿Deseas cambiar
ahora tu destino? Ya cambiaste toda realidad, y mi ceguera quiere matarte.
Creíste firmemente que en tu hechizo caería.
Clavé el arma en el Cuerpo mientras besaba vuestros labios y apasionadamente el
placer fantaseoso hizo que el dolor desapareciera.
Tal como aquella vez la realidad cambió.
Y la cambiaría las veces que fuese posible.
Retiré el cuchillo de mi sangrante pecho y
me desplomé. Moría, pero mis ojos recuperaban su Luz.
-Nunca había
visto tu rostro como ahora, puedo ver tu dolor, puedo ver lo Hermosa que eres.
¿Vas a dejarme morir?
En tanto tomaste mi mano, sentía que el
dulce veneno corría por mis venas: iba a vivir.
-Moriré contigo.
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