Como cada
domingo acá estoy, sentada en una vieja banca del
pequeño
parque contenido en un universo herbazal. La manzana en mi mano aloja
un par de mordidas diligentes, sabrosa como nunca, la saboreo
pensando en que sus besos son de un dulce semejante. Y apareces, una,
dos y tres veces . Vuelas efímero frente a mi mirada mientras
coquetas con los pétalos entre abiertos de una fucsia que se
presenta ante ti desnuda y presurosa por merecerte. Acogedor reduces
la distancia, entonces ella sabe que esta lista.
Tu alma se
desprende y vuelva para componer una nueva vida en donde te llenas de
un dulce parecido al que saboreo, así nuestro placer se vuelve
palpable, inimitable y singular. Eres un pequeño duende de colores
traslucidos. Puedo transportarme a una tierra de hadas tan solo con
observarte y no quiero estar sola. Entonces, busco en mi bolsillo la
tecnología que odias y cuando el flash apremia por salir te
escondes, una, dos y tres veces, dejándome como una demente al
querer atrapar tu esencia en una foto. Impávida termino mi manzana
al momento en que alzas el vuelo hacia otra conquista. Tal vez vuelva
el próximo domingo, con una roja y acaramelada manzana, a
disfrutarte y a que disfrutes.
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