Gato: ¿Qué hacer con “este”, que clama por nosotros?
El hombre que
nos golpea de tincada.
No tienes más que ver su rostro
Y revelar su
corazón en llamas.
Perro: Es su forma de declamar cariño,
sabes que su
familia somos,
¿Acaso tus
garras no sacas
cuando mal te sale todo?
Gato: Creo que es excusa mala
o ¿No te duele el pescuezo?
El tipo en daños no repara
ya deberían llevarlo preso
Perro: Los daños pasan amigo mío,
pero nuestro
amor es incondicional;
podemos, claro,
alegarle por sus rabietas,
pero ¿Puedes
tú, amarle menos por eso?
Gato: ¿Amarle? ¡amo lamerme las bolas!
de los tiempos
sutiles,
comer pellets
horas y horas
y rasgar todos
sus textiles.
Perro: ¡Entonces hazle saber todo!
decidle cuanto
le odias,
y déjame aquí,
con su cariño
distinto.
Gato: Ten por seguro que lo hago;
he bautizado
sus cortinas.
El otro día ha
blasfemado
a la fragancia de mi orina.
Perro: Pues existes para él,
no sabes la desdicha de mi mundo anterior,
antes de que él
me encontrara;
mi mundo era
no ser para nadie.
Gato: Ay, amigo de mi juventud,
yo era de los que se comía las heces;
debes saber
que, para mí, tú
simplón e inútil,
no me pareces
Perro: Somos desde que el nos acogió,
es cierto, los
años lo han hecho tosco y bruto,
pero es él
quien nos alimenta cada día,
es él quien nos cuida cuando enfermamos.
Gato: Amigo perro, haré una excepción,
solo por no abandonarlo a la vida;
aunque pongamos en parangón
su bondad contra la mía.
Perro: No es bondad, lo sabes,
es solo pagar
su cariño con el nuestro.
Al final, el
nos necesita más que nosotros a él,
cuidemos de él
y sus rabietas, lo merece.
Gato: Admito que eres un santo
y tienes parte
de mi corazón;
aunque careces
de mi encanto
hoy te
encuentro la razón.
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